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lunes, 9 de septiembre de 2013

32. [Ph.] La esencia del hombre (VI) CONCLUSIONES GENERALES



CONCLUSIONES GENERALES


Para tener una comprensión adecuada de la antropología filosófica y de su estatuto tanto en una teoría general de la realidad como en una teoría general del conocimiento, es sumamente importante ubicarla en su contexto y tener en cuenta su fundamentación y sus relaciones con las distintas áreas de la filosofía. En concreto, resulta sumamente relevante, para dotarla del mayor sentido posible, presentarla como una cierta metafísica del hombre en el marco de las posibilidades gnoseológicas del conocimiento de la realidad y del modo específico en el que el hombre conoce. La lógica y las consideraciones sobre el discurso que desarrollamos acerca del mundo son también condiciones de posibilidad en el desarrollo de una antropología suficientemente fundamentada. 
 
Por estos motivos ha resultado imprescindible, en el deseo de desarrollar una cierta introducción a la antropología de Santo Tomás, enmarcarla dentro de su concepción metafísica del mundo y del conocimiento. Partir de las consideraciones sobre lo que es la esencia no ha sido algo accidental a esta investigación, sino que precisamente, es un elemento intrínseco al enfoque que desea proponerse como hermenéutica de la antropología de Tomás que no es otra cosa que un intento por leerla desde el contexto general de su obra. 
 
Tenemos que reconocer la gran riqueza conceptual que está presente en el tratado del hombre no sólo por la claridad con la que se abordan las cuestiones, se resuelven las objeciones, y se preparan las demostraciones sino sobre todo por la gran capacidad que ha tenido Tomás de integrar en su esfuerzo filosófico la sabiduría de los más grandes pensadores hasta entonces conocidos. 
 
La presentación de la diligens et subtilis inquisitio de Tomás, que hemos preparado a través del estudio del Tratado del Hombre en el último capítulo, apenas ha dado cuenta de una mínima parte y lo ha hecho a modo de introducción. Si bien hemos dicho que el conocimiento del alma implicaría el conocimiento de su essentia, de su virtus y de su operatio,1 en esta investigación solamente hemos tratado de su essentia, dejando su virtus en el estudio de sus potencias y su operatio en el estudio del modo y orden de sus operaciones para otra ocasión. 
 
La distinción general entre essentia in universalis y essentia in singularis, aunque no es tematizada como tal por Santo Tomás, se hace referencia a ella constantemente a lo largo del tratado del hombre. Esta distinción nos permite comprender preparatoriamente tanto la intención del tratado del hombre como su estatuto gnoseológico. Santo Tomás desarrolla una teoría general del hombre buscando conocer su esencia y por tanto a su essentia in universalis. Lo hace queriendo comprender a todos y cada uno de los hombres. Se podría entender que la pregunta qué es el hombre, a la que intenta dar respuesta con el tratado del hombre prepara al intelecto tanto a la pregunta ¿quién soy yo? como a la pregunta ¿quién es Dios? que constituye su interés fundamental. 
 
En relación al conocimiento del singular humano y a las posibilidades de llegar a conocer la esencia de alguien tenemos que concluir que nos encontramos frente a uno de esos grandes problemas de la filosofía, ante los cuales la razón tiene que reconocer sus límites.2 La sensibilidad conoce solamente el singular. Conocer el universal es algo propio de una potencia de naturaleza superior a la material. El conocimiento del universal es posible sólo para alguien cuya naturaleza es superior a lo material. El conocimiento del singular humano implica el conocimiento del universal y en ese sentido requiere las facultades de su espiritualidad, pero no sólo eso. 
 
El conocimiento del singular humano implica el acceder a una realidad que aunque se presenta al conocimiento por su materialidad a través de su corporeidad, es espiritual. La inteligencia del hombre concreto y su libertad desbordan las posibilidades normales del conocimiento de los entes. 
 
El conocimiento por intuición a modo del que se tiene de los primeros principios o de las cosas evidentes por sí mismas, sin mediación del discurso, tampoco es suficiente en este caso, pues por intuición damos cuenta de la novedad, unicidad y existencia de la persona que conocemos en su personalidad, pero no de su personalidad misma.  

Aristóteles mencionó que el entendimiento en el hombre es algo divino.3 En cierto sentido parece ser que la propia naturaleza del hombre, implica que su singular este por encima de lo universal, no sólo en el sentido de que este modo de conocer no es suficiente, sino también porque cada personalidad implica siempre una novedad no necesaria en el orden de la especie, sino fruto de la libertad, y por tanto única.
 
No le es posible a la razón humana conocer a la perfección la esencia de alguien, ni siquiera la de su propia persona por más que ésta esté presente a sí mismo tanto en su conciencia como en su memoria. 
 
Sobre este problema concluiría diciendo que la personalidad es siempre un misterio. En este caso, no sólo hablamos de la personalidad del otro que se manifiesta constantemente sin poder dejar ver todo su esplendor sino sobre todo de la propia personalidad que no deja nunca de sorprendernos, aunque está siempre presente a nosotros mismos. 
 
Desde el punto de vista de la razón natural podríamos decir que solamente un intelecto perfecto, omni comprehensivo, que pudiera abarcar con una sola mirada la totalidad de las perfecciones, es decir, de las cosas que son en el ser propio de cada hombre, la totalidad de su vida en una memoria perfecta más parecida a un entendimiento eterno, que pudiera recuperar en su conciencia la totalidad de lo que tal hombre es en su interioridad más interior, podría conocer realmente y a profundidad a alguien en su modo de ser personalísimo, en su personalidad.

Por este motivo, parece ser más conveniente para el conocimiento del singular humano uno de los modo que Santo Tomás elige para el conocimiento de Dios,4 el conocimiento por connaturalidad o por inclinación,5 como una afinidad natural entre el sujeto y el objeto de la cognición.6
 
Se trata, entonces no sólo de una relación cognitiva, sino ante todo de la relación entre dos personas que implica también toda la afectividad. Finalmente decimos que el conocimiento de una persona no es el fruto de sólo una potencia (la intelectiva) sino de varias, más aún de todas las potencias de la persona, junto con una costumbre o un hábito que dispone al hombre para el conocimiento profundo de la personalidad del otro, a través del trato asiduo y constante del que surge una unidad en el amor que engendra.7  

 
Epílogo

Acompaña a esta última entrada el vídeo en donde aparece la sentencia del tribunal que me otorgó el título de Lic. en Filosofía. He querido compartirlo junto con la tesis por varios motivos. En primer lugar porque refleja bien el ambiente académico en donde realicé mis estudios. La escuela de Filosofía de la UPAEP (2006-2010) era una comunidad académica pequeña en donde alumnos y maestros compartían no sólo aula y programa de estudio, sino el deseo de buscar, profundizar y contemplar la Verdad. Mis maestros de Filosofía han sido, para mí y muchos más, auténticos cooperadores de la verdad, y a ellos les agradezco el haberme compartido su amor por la verdad, por la vida, por el bien, por la belleza y por la filosofía. En segundo lugar porque la última cátedra que recibí en la facultad, aparece en el vídeo. Ahí, el presidente del tribunal el maestro Jorge Luis Navarro Campos me exhortó a darle a la filosofía, a sus interrogantes y a sus respuestas, tanto la seriedad debida, como el tiempo necesario, no sólo para poder comprender su valor auténtico, sino sobre todo, también, para poder entender el significado del don de la divina revelación: mientras más profunda sea la experiencia filosófica con todas sus angustias y desvelos, vivida intensamente como el intento del hombre de elevarse para comprender el sentido de la existencia, de la vida y de la historia, más grandioso será el momento en donde se contemple a la Verdad misma descendiendo y hablando al corazón inquieto del hombre. Esta enseñanza, la llevo conmigo, y ha sido un punto de partida en mis estudios posteriores tanto filosóficos como teológicos. Por último, considero válida esta ocasión para darle gracias a mis maestros: Jorge Luis Navarro, Carlos Ramos Rosete, Ramón Díaz Olguín, Gloria Balderas, Arturo Ríos, Juan José Blázquez, Roberto Funes, Arturo Guerra, Gustavo Martínez, Ricardo Gibu, Arturo Luna, Víctor Ramírez. De modo particular quiero terminar esta serie de entradas con la dedicatoria que aparece en su versión escrita, en acción de gracias y con gran devoción.



A Jesucristo Rey del Universo.

A María su madre. 


Descarga la tesis aquí:
LA ESENCIA DEL HOMBRE Y SU REALIZACIÓN INDIVIDUAL 

Bibliografía


Santo Tomás de Aquino:
Todas las obras citadas están tomadas de la opera omnia a disposición en corpus thomisticum, recognovit ac instruxit Enrique Alarcón automato electronico Pampilonae ad Universitatis Studiorum Navarrensis aedes a MM A.D.

Opera maiora:
  1. Summa Theologiae: Textum Leoninum Romae 1888 editum ac automato translatum a Roberto Busa SJ in taenias magneticas denuo recognovit Enrique Alarcón atque instruxit.
  2. Scriptum super Sententiis: Textum Parmae 1856 editum ac automato translatum a Roberto Busa SJ in taenias magneticas denuo recognovit Enrique Alarcón atque instruxit.
  3. Summa contra Gentiles: Textum Leoninum emendatum ex plagulis de prelo Taurini 1961 editum ac automato translatum a Roberto Busa SJ in taenias magneticas denuo recognovit Enrique Alarcón atque instruxit.
  4. Quaestiones disputatae de veritate: Textum Leoninum Romae 1972 editum emendatum ac translatum a Roberto Busa SJ in taenias magneticas denuo recognovit Enrique Alarcón atque instruxit.
  5. Quaestio disputata de anima: Textum Taurini 1953 editum ac automato translatum a Roberto Busa SJ in taenias magneticas denuo recognovit Enrique Alarcón atque instruxit.

Opuscula philosophica:
  1. De ente et essentia: Textum a L. Baur Monasterii Westfalorum 1933 editum emendatum a J. Koch ac translatum in taenias magneticas a Roberto Busa SJ denuo recognovit Enrique Alarcón atque instruxit
  2. De principiis naturae ad fratrem Sylvestrum: Textum Leoninum Romae 1976 editum ac automato translatum a Roberto Busa SJ in taenias magneticas denuo recognovit Enrique Alarcón atque instruxit

Colationes et sermones:
  1. Expositio in Symbolum Apostolorum reportatio Reginaldi de Piperno: Textum Taurini 1954 editum ac automato translatum a Roberto Busa SJ in taenias magneticas denuo recognovit Enrique Alarcón atque instruxit.

Otros autores:

  1. Alvira, T., Clavell, L., & Melendo, T. (1993). Metafísica. Pamplona: EUNSA.
  2. Aristóteles. (2004). Metafísica. México: Porrua.
  3. Canals Vidal, F. (1987). Sobre la esencia del conocimiento. Barcelona: PPU.
  4. Coreth, E. (1991). ¿Qué es el hombre? Esquema de una antropología filosófica. Barcelona: Herder.
  5. Cruz Cruz, J. (2002). Filosofía de la Historia. Pamplona: EUNSA.
  6. Gilson, E. (1952). El Espíritu de la Filosofía Medieval. Buenos Aires: EMECE.
  7. Gilson, E. (1974). El realismo metódico. Madrid: Rialp.
  8. Gilson, E. (1982). La filosofía en la edad media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV. Madrid: Gredos.
  9. Gilson, E. (1974). La inteligencia al servicio de Cristo Rey. Caracas: UVST.
  10. González, Z. (1876). Capítulo 3, Propiedades y Afecciones generales de los cuerpos. En Obras del Cardenal González, Filosofía elemental Libro quinto: Metafísica especial, Cosmología. (págs. 201-220). Madrid: Imprenta de Policarpo López.
  11. II, J. P. (1998). Carta Encíclica: Fides et Ratio; sobre las relaciones entre fe y razón. Vaticano: LEV.
  12. Lucas Lucas, R. (1993). El hombre espíritu encarnado. Compendio de filosofía del hombre. Madrid: Atenas.
  13. Octavio, D. N. (1980). Los fundamentos metafísicos del orden moral. Buenos Aires: UCA.
  14. Pieper, J. (1974). El descubrimiento de la realidad. Madrid: Rialp.
  15. Ramirez, S. (1947). «Introducción General», Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Madrid: BAC.
  16. Raphael, S. (1976). Compendio de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Burdeaux: Tradición.
  17. Rogel, H. (2006). Apuntes de lógica menor. México: IFSAM.
  18. Vernaux, R. (1983). Filosofía del hombre. Barcelona: Herder.
  19. XIII, Leon (1879). Carta encíclica: Aeterni Patris; Sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de Santo Tomás de Aquino. Vaticano: LEV.



1 “Para ello la comprensión metafísica sobre el alma abarcará tres aspectos: essentia, virtus et operatio. La esencia del alma en sí misma, su fuerza, o su potencia y sus obras o actos” En esta obra, p. 50
2 “Cognitio enim contingit secundum quod cognitum est in cognoscente. Cognitum autem est in cognoscente secundum modum cognoscentis. Unde cuiuslibet cognoscentis cognitio est secundum modum suae naturae. Si igitur modus essendi alicuius rei cognitae excedat modum naturae cognoscentis, oportet quod cognitio illius rei sit supra naturam illius cognoscentis. Est autem multiplex modus essendi rerum. Quaedam enim sunt, quorum natura non habet esse nisi in hac materia individuali, et huiusmodi sunt omnia corporalia. Quaedam vero sunt, quorum naturae sunt per se subsistentes, non in materia aliqua, quae tamen non sunt suum esse, sed sunt esse habentes, et huiusmodi sunt substantiae incorporeae, quas Angelos dicimus. Solius autem Dei proprius modus essendi est, ut sit suum esse subsistens. Ea igitur quae non habent esse nisi in materia individuali, cognoscere est nobis connaturale, eo quod anima nostra, per quam cognoscimus, est forma alicuius materiae. Quae tamen habet duas virtutes cognoscitivas. Unam, quae est actus alicuius corporei organi. Et huic connaturale est cognoscere res secundum quod sunt in materia individuali, unde sensus non cognoscit nisi singularia. Alia vero virtus cognoscitiva eius est intellectus, qui non est actus alicuius organi corporalis. Unde per intellectum connaturale est nobis cognoscere naturas, quae quidem non habent esse nisi in materia individuali; non tamen secundum quod sunt in materia individuali, sed secundum quod abstrahuntur ab ea per considerationem intellectus” Iª q. 12 a. 4 co.
3 Si el entendimiento es algo divino respecto a lo restante del hombre, la vida propia del entendimiento es una vida divina respecto de la vida ordinaria del hombre.Aristóteles, Metafísica, Capítulo 7, Libro X.
4 Unde secundum intellectum possumus cognoscere huiusmodi res in universali, quod est supra facultatem sensus. Intellectui autem angelico connaturale est cognoscere naturas non in materia existentes. Quod est supra naturalem facultatem intellectus animae humanae, secundum statum praesentis vitae, quo corpori unitur. Relinquitur ergo quod cognoscere ipsum esse subsistens, sit connaturale soli intellectui divino, et quod sit supra facultatem naturalem cuiuslibet intellectus creati, quia nulla creatura est suum esse, sed habet esse participatum. Non igitur potest intellectus creatus Deum per essentiam videre, nisi inquantum Deus per suam gratiam se intellectui creato coniungit, ut intelligibile ab ipso” Iª q. 12 a. 4 co.
5 “Ad tertium dicendum quod, cum iudicium ad sapientem pertineat, secundum duplicem modum iudicandi, dupliciter sapientia accipitur. Contingit enim aliquem iudicare, uno modo per modum inclinationis, sicut qui habet habitum virtutis, recte iudicat de his quae sunt secundum virtutem agenda, inquantum ad illa inclinatur, unde et in X Ethic. dicitur quod virtuosus est mensura et regula actuum humanorum. Alio modo, per modum cognitionis, sicut aliquis instructus in scientia morali, posset iudicare de actibus virtutis, etiam si virtutem non haberet. Primus igitur modus iudicandi de rebus divinis, pertinet ad sapientiam quae ponitur donum spiritus sancti secundum illud I Cor. II, spiritualis homo iudicat omnia, etc., et Dionysius dicit, II cap. de divinis nominibus, Hierotheus doctus est non solum discens, sed et patiens divina. Secundus autem modus iudicandi pertinet ad hanc doctrinam, secundum quod per studium habetur; licet eius principia ex revelatione habeantur”Iª q. 1 a. 6 ad 3
6 Que en el caso del conocimiento profundo de Dios, no es posible alcanzarse por las vías naturales, sino que requiere el auxilio de la fe, y finalmente de la gloria para su plenificación.
7 “...amor est quaedam unio vel connaturalitas amantis ad amatum.” Iª-IIae q. 32 a. 3 ad 3

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